Cómo lo que fue intuido ahora se vuelve
realidad
Aunque
heredera de las tendencias geométricas, minimalistas y
conceptuales del siglo XX, con algún lejano atisbo futurista,
Francisca Blázquez indaga por un derrotero que otorga novedad
a su pintura, apartándola de la tradición
constructivista: sus preocupaciones pasan por la búsqueda de
un efecto multidimensional en la pintura, que la hace contemporánea,
pero también vuelve a relacionarla con problemáticas
universales del lenguaje en particular y del arte en general.
A
través del color plano y la forma, la artista logra riqueza
plástica pura, presenta una realidad autónoma al
cuadro, y –a la vez– provoca sensaciones de perspectiva,
de distintos espacios y tiempos que confluyen como una unidad.
Extremando estas indagaciones, la artista ha desplazado la pintura a
otros soportes y medios tecnológicos, provocando tensiones y
deslindes hacia la instalación, la performance y el video
arte.
Su
pintura aparentemente surge del
análisis
matemático de las composiciones, pero es a través del
imaginar y arrojarse sobre la tela que se arman los ordenamientos con
que trabaja. Es una fuerza expresiva que no está canalizada
por la implicación emocional de la mancha y el gesto, sino de
relaciones cromáticas y geométricas, en un diseño
pulcro de estructuras básicas y colores que van otorgando –por
un engaño visual– ritmos, direcciones, vibraciones,
movimiento y tridimensionalidad a la superficie de la tela.
Más
allá de la búsqueda de una realidad pictórica
pura, que sea reflejo y condicionamiento de un orden espiritual –como
postuló utópicamente el constructivismo–, se
trata de una pintura que juega con la ilusión de una nueva
realidad, que apela a los mismos conceptos que determinan ésta,
vivida por todos, pero que se abre, además, a ámbitos
inexplorados, a arquitecturas imposibles, puntos de fuga al infinito,
fondos que se vienen encima, figuras que son luz pura o sombras que
irrumpen como presencias en el espacio claro.
Los
elementos básicos de la pintura son puestos al servicio de
diseños novedosos y efectos perceptuales de gran belleza,
recreando sensaciones de otros mundos más que visiones
reconocibles.
Es
un desdoblamiento, donde la nueva realidad de la pintura se sumerge
en el inconsciente, pero no entendido al modo surrealista, como
manantial de imágenes de índole onírica o
psiconanalítica, sino como atisbo de otros universos que –por
su expresión geométrica– cobran perfección
y armonía casi divinas.
Con
el uso de tecnología digital, la artista anima esta realidad,
otorgándole más detalle, anécdota y
verosimilitud: son seres y personajes “humanos” los que
habitan, recorren y experimentan estos espacios y tiempos
interconectados en un solo universo multidimensional.
El
“gesto digital” manipula la geometría, le da
textura, la humaniza y reconstruye como un espacio imaginado que se
vuelve posible y efectivamente existe. Relatos de ciencia ficción
dan curso a esta realidad presentada con una estética de cómic
o, más bien, de video juego, que imita a la realidad,
sobrepasándola con la fantasía y la impersonalidad de
la tecnología.
La
pintura que se refería a lo que era imposible sólo
dentro de lo posible del pigmento y el plano, en tres D juega con
realidades imposibles a niveles infinitos. Lo inverosímil no
existe. Todo lo que sea concebido por la mente o la intuición,
puede volverse cierto: seres extraterrestres, naves, otras
dimensiones, una historia a través del tiempo, del espacio, un
viaje astral: imagina, manipula el ordenador y existirá.
Pero,
a pesar de la imaginación desbordada y confabulada con la
tecnología, la autora aún se maneja con los códigos
del constructivismo, de la pintura y su conflictiva relación
con la realidad perceptual. Las imágenes –estáticas
o animadas– juegan aún con nociones clásicas de
composición, recreando, además, texturas, espacios como
los cotidianos, en busca de belleza pura y universal. La artista
emplea otros recursos, tanto tradicionales como contemporáneos,
para referirse siempre a un mismo discurso creativo, buscando –cada
vez– poesía.
Carolina
Lara B.
Periodista
y Licenciada en Estética. Escribe en el Periódico El
Mercurio de Santiago de Chile.
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