PRINCIPAL  |   CONTACTO

 
   

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 
Artículos

 

 

Inaugurada su pinacoteca en Barcelona

 

Francesc Subarroca, la dinámica formal y la expresividad

La obra pictórica de Francesc Subarroca se caracteriza por ser producto de las teorías que consolidaron a la vanguardia histórica de la primera mitad del siglo XX, pero también es el reflejo de un artista que posee una visión al margen de la oportunidad del momento, configurando una creación que trasciende con el paso del tiempo.


Su saber hacer, su impronta clásica, pero arriesgada, su decidida voluntad a la hora de trabajar, de emplazar el color, de mezclar tonos, de utilizar el pincel, demuestran un gran conocimiento técnico, una formación clara y con profundidad, basada en la elaboración.


Es un gran elaborador de composiciones, en las que se recrea, a pesar de que su manera de trabajar es rápida, posee, también, una actitud mucho más sosegada, que se configura en la forma con que aborda las diferentes zonas de la tela, definiendo perspectivas, construyendo el armazón.


En su etapa expresionista indaga en las profundidades de los rostros, recreándose en las miradas de sus personajes, entrando en conexión con su interior, en el entramado del pensamiento, para conectar con las sensaciones, con las impresiones de los seres que plasma. Hablan sin hablar, porque están ahí, paseando, viviendo, contemplando, hilvanando un discurso vital, que es el suyo, pero que también actúa con el nuestro. El creador catalán los plasma con determinación, pero, a la vez, con naturalidad, manejándolos con sutileza porque son lo que son y sus circunstancias. No tienen doblez, no se encuentran en un mundo complejo, sino en el suburbial de la gran ciudad, que los a relegado a un segundo término, a una estancia específica, situada en lo más emblemático de su propia existencia.


Gracias a la dinámica pictórica del autor catalán, nacido en Barcelona, formado artísticamente en la Ciudad Condal, con una pinacoteca que agrupa más de 3.000 piezas de todas sus disciplinas artísticas, su aproximación conceptual a la expresividad, le permite, después, conforme su obra evoluciona, ser coherente con el expresionismo, abrazando el cubismo, pero sin perder trazos de personalidad expresionista acentuados.


Es un pintor que pinta el exterior, pero sin necesidad de hacer una radiografía del mismo. Es más, posee una decidida y firme voluntad en experimentar, para encontrar nuevos planteamientos, en los que el empleo del óleo en densidad, a base de múltiples pinceladas cortas, precisas y gestuales, se convierten en trazos cromáticos bien construidos en un entorno formal, dominado por el dibujo, pero sin pretender ejercer un liderazgo que dificulte su lectura.


Sus formas son sutiles, bien elaboradas, construidas, en un conglomerado de otras formas, al lado de elementos descritos en su totalidad.


Su dinámica formal se basa en el movimiento, en el cinetismo de lo elaborado, en captar el instante, pero alejándose de lo hierático.


Mientras que su conexión con la expresividad se nutre de la fuerza de la determinación, basándose en captar los momentos de la propia vida, de circunstancias, personas y paisajes, que se encuentran en una dinámica diferente de las otras, casi en otra dimensión. Y ello es así porque indaga en diferentes mundos, intervinientes en una realidad compleja.

 

 


 

 

 

Joan Lluís Montané


De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 

(AICA)

 

 

 


 

 

Su legado plástico en la Pinacoteca Francesc Subarroca

Francesc Subarroca, entre la geometría y el cubismo



La creación plástica de Francesc Subarroca se adentra en los prolegómenos de la forma, primero observando la realidad y su disposición arquitectónica.
La arquitectura urbana, rural, biológica, vegetal y mineral forma parte intrínseca de la existencia. La arquitectura es creación, planificación, ordenamiento y desarrollo de formas.
Después, conforme su obra pictórica evoluciona, acentúa el inicial ordenamiento arquitectónico formal, tendiendo, cada vez más hacia la desestructuración de las formas, convirtiendo la realidad en formas geométricas, manteniendo elementos enteros de la misma, cuando define iconografías específicas o precisa de definiciones concretas.
Es alegórico, simbólico, permitiéndose investigar en la forma en su estado más puro. Entiende que la forma no es abstracta, sino que forma parte de la realidad que nos conforma. Es decir, posee una condición de realidad, en sí misma. Después, esta misma sensación de realidad se transforma lentamente, a medida que se va convirtiendo la composición en geometría formal, en que los personajes solo son rostros y lo demás geometría, es decir cuando la desestructuración es más intensa. Pero esta evolución es parte de una actitud filosófica constante en la vida de Francesc Subarroca, dado que siempre se ha planteado una dinámica específica que recuerde y desarrolle los conceptos a partir de sus orígenes. Es decir que es un buscador del origen de las cosas.
Sabe que la realidad es geometría, desde el átomo a la composición de la sangre o las células humanas. Si mira el cosmos, los planetas, el globo terráqueo, todo ello es parte de la forma en sí misma. Pero lo geométrico es matemático, posee unas características numerológicas y, estas, a su vez, se adentran en lo energético. Se trata de una manera de ver el mundo ideada por el hombre. ¿Pero... será real? ¿Existe tal y como se lo imagina nuestra mente y cerebro? ¿Es lógico el universo? ¿La vida es matemática pura? Francesc Subarroca indaga en estos interrogantes, porque su obra primero, posee referencias, luego, expresa el inmenso drama de la propia existencia, para, después, ser consecuencia o el resultado de su propio interrogante.
Si no hay una descomposición geométrica de las cosas, no podemos saber con exactitud su conformación.
Las matemáticas nos ayudan en los cálculos, incluso en comprender fenómenos físicos, químicos, esotéricos, chamánicos y espirituales. Porque se trata de indagar en los mismos a través de sistemas de ordenamiento y control, decodificadores de claves y enigmas para poder penetrar en el tejido más alambicado, en la malla de sensaciones, energías y materias entrecruzadas.
No hay verdad, sino cúmulo de diversas verdades, conjunción de formas que configuran estructuras y estas definen elementos, seres humanos, planetas y vidas.
Lo real es la forma, pero no existe, porque es ilusión óptica generada por un cerebro poco evolucionado. Lo que existe es la auténtica realidad, que es la energía, que incide en la materia, transformándola.
No podemos ver la acción de la energía, pero, en cambio, constatamos la transformación producida en la materia. Lo que vemos es una ilusión de realidad. De ahí que el creador plástico catalán intente por todos los medios analizar, empleando las formas geométricas, la esencia misma que las compone.

Joan Lluís Montané
De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 

 


 

Tiene una pinacoteca con más de 3000 obras en la Ciudad Condal

 

Francesc Subarroca, la expresividad de un geométrico alegórico

 

Francesc Subarroca, indaga en la expresividad de sus personajes del Somorrostro, auténticos ejemplos de la dinámica visceral de la propia sociedad del momento en la Barcelona de la posguerra.

Gitanos y otros habitantes de las barracas del Somorrostro, personajes de  gran vicisitud, producto de las circunstancias. El creador catalán se adentra en el contenido de este gran bagaje humano, buscando la expresividad de la dinámica que los conforma, empleando colores contratados, tonos amarillos, marrones y verdes oscuros, combinados con negros y grises.

En esta etapa de los cincuenta, ya se vislumbran sus planteamientos geométricos, su adscripción a fomentar primeros planos, otros más lejanos, segmentos de la composición estructurados en base a una dialéctica específica en la que lo importante es el conjunto de la obra. De ahí que árboles, cabras, personas, casas u otros motivos ocupen, según necesidades artísticas, primeros términos, planos medios o generales. Incluso, en su etapa de paisajes caracterizados por su gran expresividad, organiza los elementos en base a delimitaciones geométricas, buscando la estructuración por zonas, dotando a la composición de un carácter y personalidad específicos, en el sentido de armar la obra por dentro.

Este mismo planteamiento se observa en su obra alegórica simbólica, de carácter onírico surreal, con sus árboles, plantas, vegetación, caracoles, globos o niños presentados en una gran diversidad de actitudes, actuaciones y movimientos, con formas gestuales, sin presencia de líneas rectas, aumentando la sensación de estar flotando, como si fueran producto de un sueño.

Observador del campo y las tareas agrícolas, pero también de los animales, les confiere la personalidad que les corresponde, aumentando el tamaño de algunos de ellos como los caracoles, para conferir a la composición el carácter simbólico adecuado, destacando por su aportación específica, delimitando la temática.

La vida es un conjunto de elementos que se complementan, de ahí que en su obra, no haya niño sin globo, vegetación sin caracoles o cabras sin hierba, bien alimentadas. Incluso en su visión realista del Somorrostro, los gitanos, mirada profunda, alma universal,  poseen un hálito de vida que les impulsa con valentía hacia el abrazo con la existencia, bailando el ritmo de la biología, a pesar de la dureza de las condiciones y la austeridad del medio.

Hay una cierta ensoñación sutil, incluso en aquellas obras del creador catalán más marcadamente expresionistas, dotadas de elementos y objetos, que, en el caso de sus composiciones cubistas, no abandonan su actitud alegórica. De ahí que en su producción pictórica más importante lo simbólico forme parte de la expresividad, contenida tanto en la creación con referencias como en la más marcadamente formal y geométrica.

Su dinámica pictórica se basa en un dominio claro del dibujo y la perspectiva, de su extremo cuidado en las formas y la disposición compositiva, además de potenciar la determinación de la materia, incluyéndola en la fortaleza de la espiritualidad, pero, alejándose de los planteamientos excesivamente marcados por la estética.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte   

 

 


 

 

Francesc Subarroca, la Pinacoteca de un artista multidisciplinar apasionado por el secreto de la vida

 

 

Francesc Subarroca, pintor y escultor barcelonés, posee una larga trayectoria artística, con más de 3.000 obras en dibujo, pintura, escultura, vidrio, murales y obra gráfica, entre otras disciplinas. Cursa estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes Ateneo y en la Llotja, ambas de Barcelona.

 

Hombre inquieto, austero, pero espléndido en la experimentación, trabaja durante muchos años con el Ayuntamiento de Barcelona, con el que contacta por sus cualidades artísticas.

Vive en España y Colombia, regresando a nuestro país, siendo un artista meticuloso,  encerrado en su mundo, donde la experimentación es una norma, sin olvidarse de sus orígenes y sus  temáticas de inspiración de los inicios, como el barrio barcelonés del Somorrostro.

En la actualidad, tras una vida artística profunda y de gran interés, ha agrupado la práctica totalidad de su legado artístico en torno a la Pinacoteca de su mismo nombre. Pinacoteca Subarroca se encuentra situada en la calle La Forja, 81, primera planta, de la Ciudad Condal.

Se trata de la pinacoteca de un artista catalán multidisciplinar apasionado por el secreto de la vida. Cultivador, según época, de una amplia variedad de istmos, porque es un artista que busca el secreto de la existencia a través del arte.

Destacan sus personajes emblemáticos del Somorrostro, como ‘Cap de gitana’, óleo sobre lienzo de 21x21 cm., en el que demuestra toda la profundidad de la mirada en torno al interior de un ser que está más allá de la anécdota. De un ser emblemático que es producto de la propia evidencia que la conduce hacia los prolegómenos de la  eficiencia de la esencialidad. Ser antes que hacer, porque en el ser está la verdadera razón del vivir, que es el amar la vida por encima de las circunstancias. Amar a los demás, para amarse uno mismo, adentrándose en las altas cumbres del yo. Para luego olvidarse del yo y formar parte de la gran verdad.

Pero, en ‘Els nens i globus’, óleo sobre lienzo, 35x28 cm., pasa de un expresionismo interiorizado a una visión marcada por la luz, dualidad, que desaparecerá y aparecerá según sea la obra en cuestión. Desde creaciones de los cincuenta como ‘El Pescador’ donde expresa la fuerza de la profesión, la dureza de la vida, en la actitud del gran pez que el pescador lleva entre sus manos. Un pez grande, ampuloso, dotado de energía, de la fuerza emblemática que asciende por los tejidos de la materia que se enciende y apaga al compás de la fortaleza de la evidencia de su vida.

Mediterráneo, catalán, universal, viaja a Medellín (Colombia), vuelve a Barcelona, se embelesa de poesía, sin perder su actitud de contemplador crítico de la existencia, pero, también, ejerce de notario de su época, de sus diferentes momentos, siendo fiel a su  propio interior, que surge con fuerza de la determinación, de aquella actitud que se fragua en el corazón, para, luego, posicionarse en la mente.

Se adentra en el surrealismo, pintando obras alegóricas, de fuerte carga simbólica, interesándose, después, con pasión, por el cubismo, la forma, la desestructuración de la realidad, de lo paradigmático de lo efímero. Y ello es así porque considera que la forma es apariencia, es decir está nutrida de otros elementos conceptuales, sujetos a cambios constantes, de ahí su tendencia desestructuradora, pero siempre posicionada dentro de un respeto a la alegoría, a un mundo onírico que la acompaña.

De esta manera forma y desestructuración, presencia de elementos, objetos e iconismos configuran una manera amplia y generosa de entender la obra cubista, que va más allá de lo externo.

Es, en definitiva, la amalgama de pistas que construyen su secreto de la vida, formadas por cúmulos de sensaciones, sentimientos, vivencias, objetos, actitudes y, especialmente, por la manera de ver más allá de los límites habituales.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte        

 


 

Pinacoteca Francesc Subarroca, un legado de más de 3.000 obras

 

La Pinacoteca Subarroca, constituida recientemente por el pintor catalán, con sede en calle La Forja de la Ciudad Condal, aglutina más de 3.000 obras de diferentes disciplinas: pintura, dibujo, grabado, vidrio y escultura, entre otras. Este ingente patrimonio, destaca por ser el legado de un pintor que, desde sus inicios, se ha mantenido al margen del circuito comercial, porque su función principal ha sido, en primer lugar, adentrarse en la espontaneidad de lo creado, a partir de sus propios intereses personales, elaborando una teoría de la prodigalidad del dinamismo, contenido en su expresionismo realista, o bien en su obra alegórica simbolista, de cariz surreal, formada por paisajes envolventes, formas que son ensueño y elegancia, gesto y cinetismo puro hasta llegar al cubismo ingenuo, a la geometría elaborada.

Sincrético, fusiona un lenguaje de la luz y el color muy bien elaborado, con una precisión el dibujo muy evidente, pero sin caer en el detalle descriptivo, profundizando en un cubismo energético, concebido en espiral. Una espiral imaginada, producto de la mente fantástica, pero real en el sentido de ser consecuente con lo creado.

 

 

 

La energía es espiral, concebida en espiral, dado que la transformación de la materia surge de la dinámica y del movimiento, de ahí que la espiral no se vea pero se intuya. Desde que se acostumbró a contemplar los personajes, paisajes, chabolas y tierras esquilmadas del Somorrostro, Francesc Subarroca, pinta por sus ojos, a través de sus ojos, empleando la imaginación, partiendo de la realidad, pero, enfrascándose en sus prolegómenos, sin interesarle ir hasta el final, porque considera que lo insinuado es más misterioso que narrar la trama hasta su desenlace.

Su producción escultórica está basada en la forma geométrica, en la construcción alegórica, en la determinación de la propia estructuración.

Homenajea el símbolo de la forma, dándole la categoría de tótem, de amuleto erigido en honor a los dioses, a los interiores de cada uno de nosotros, como recordatorio del gran Dios. Un Dios especial, pero sin adjetivos, porque no está cubierto de oropeles, ni falsas imágenes. También realiza iconos modernos, expresionistas, constituidos por personajes que solo conocen secretos de ellos y sus más allegados. Quieren llegar a ser alma, historia de amor, sensaciones fluctuantes, que entienden los silencios de los que ascienden por las escaleras de la historia.

Soledad, capta la soledad de quienes formamos parte de la tierra. Es un creador plástico solitario, encerrado en su mundo, hermético, sutil en la manera de trabajar el color, mezclando bien la paleta, dominando muy bien el dibujo, expresando primeros planos, exhibiendo perspectivas enfocadas desde diferentes ángulos, equilibrando y desequilibrando la evidencia de la presencia.

Domina la perspectiva, compone el plano, se recrea con los volúmenes, posee una capacidad cinematográfica de emplazar tanto elementos, objetos, estructuras y perspectivas. Todo ello realizado con naturalidad, casi sin levantar la mirada, como si fuera producto de una manera de actuar automática, pero, con la diferencia, de que surge de su corazón. 

Está claro que va más allá de la planitud, busca la tridimensionalidad, ejerciendo incontestablemente esta potestad al margen de conceptos, istmos y épocas. Esta tridimensionalidad volumétrica es inherente en todas sus disciplinas, siendo la pintura una de las más espectaculares.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Ar

 


 

 

Francesc Subarroca. En busca del interior en el alma de la pintura

 

En un buscador constante porque su sensibilidad le impulsa a vislumbrar aquello que normalmente un observador tradicional no hace. Pero su impulso, su misma posición ante la vida, le inducen a captar aquello que existe, bien sea entendido como objeto de polémica o no.

Es un testigo fiel de su época, un notario empeñado en indagar en los intersticios de los fenómenos de la realidad, en aquellas partes evidentes de la misma, pero, también, se interesa por las zonas oscuras, menos conocidas.

Francesc Subarroca es un conocedor de la vida, pero, lo es de manera ordenada, calculando los riesgos, delimitando sus alcances. De la misma forma, este comportamiento lo traslada al lienzo.

Indaga en la experimentación cromática, pero, partiendo de un punto de vista contenido en los desarrollos de la plástica de su momento. Sabe hasta donde puede llegar con la pintura, a pesar de su noción libre de la misma.

Abierto, capta las energías que influyen en el devenir de la humanidad. Posee un cierto sentimiento de trascendencia, de querer ir más allá de lo que observamos. De ahí que Francesc Subarroca esté en permanente búsqueda interior en el alma de la pintura. Por que lo interior es la esencia, es decir la energía que nos permite seguir evolucionando. Pero, también, es la clase de energía que no es biológica, es decir que se produce en el alma, que es quien conforma el espíritu de la gente. De ahí que el interior de las cosas para el creador catalán se encuentre en el alma de la disciplina que más le ha interesado a lo largo de su vida: la pintura.

Multidisciplinar, mientras en pintura predomina el Francesc Subarroca paciente pero constante, capaz de experimentar sin descanso hasta hallar la clave de sus desvelos en escultura es más geométrico primitivista, buscando la importancia del tótem, de lo totémico para hilvanar un discurso asentado en la autoridad perdida en el devenir de la historia y hoy, afortunadamente, recuperada.

Es un creador que abarca el factor tiempo en sus obras, poniéndole mucho sentimiento, con capacidad de generar una visión amplia donde ubicar el desarrollo de sus ideas.

Viaja al interior de uno mismo, allá, en las regiones en las que se encuentra el verdadero sentido de la existencia.

Vivimos porque somos energía, que es transformación, es decir la capacidad creativa de ir más allá de las limitaciones.

No hay Somorrostro, cubismo formal, geometría expresiva, alegorías de paisajes catalanes y mediterráneos, estampas de gitanos y gitanas, mujeres, niños, familias, parejas, composiciones de barracas, vegetación y gentes, que poseen una carga directa de humanidad perenne, sin que sintamos el palpitar de la fe de Francesc en la humanidad. La está reivindicando en cada momento, siempre con la paz como telón de fondo.

Emplea óleo sobre tela, esencia y materia, óleo que utiliza con densidad, buscando la elegancia de la materia, pero sin abusar de la expresividad de la misma. Es comedido en el color, empleando la materia con corrección, buscando ir más allá de las limitaciones que nos afectan a todos.

A lo largo de sus más de 60 años de intensa actividad creativa y artística, con residencia en nuestro país y Colombia, su pinacoteca constituida en la Ciudad Condal agrupa más de 3.000 pinturas, esculturas, dibujos, bocetos, serigrafías y dioramas, que reflejan una gran inquietud universal por experimentar, al estilo de los grandes de las artes plásticas, siendo fiel a sus conocimientos, buscando plasmar la esencia de cada concepto, empleando una gran disponibilidad técnica, sus notables conocimientos de dibujo y perspectiva, su peculiar mentalidad arquitectónica, combinándola con el dominio del color. Todo ello puesto al servicio del interior del alma de la pintura.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 


 

 

Pinacoteca Francesc Subarroca, un legado cubista y expresionista para la historia

 

El legado de la Pinacoteca Francesc Subarroca abarca una propuesta multidisciplinar de gran calado, que se basa en más de 3.000 obras de pintura, dibujo, escultura, serigrafía, vidrio, plafones de madera y otras disciplinas. Un creador catalán muy prolífico, que siempre estuvo al margen de los circuitos comerciales del arte y que ahora da a conocer a la sociedad su aportación.

Destacan dos etapas de su evolución artística: la expresionista y la cubista. En su etapa expresionista, elabora paisajes del Somorrostro, gitanos, austeridad del entorno, vegetación y chavolas, dentro de parámetros específicos, insertados en su propia eficiencia de la coherencia.

Se trata de personajes producto de las circunstancias, libres, pero dentro de las limitaciones del entorno. La palabra libertad asoma entre los clanes y familias, seres que viven al aire libre, al margen de la dinámica urbana, en la ciudad pero al margen de ella.

Esta visión de los marginados, que es el acercamiento expresionista del autor catalán a la propia vida, le marca, pero luego sigue evolucionando hacia un onirismo surreal alegórico, con paisajes rurales, árboles, visión de caracoles, con perspectivas de gran singularidad, empleando planos americanos y primeros planos, para acentuar la dinámica de la propia composición, de su desarrollo arquitectónico y espacial.

El plano americano le permite buscar perspectivas, en las que juega con el lejos y el cerca, siendo original en la medida en que se interesa por establecer una dinámica de gran trascendencia. Y llega su investigación cubista, basada en la forma, en su desarrollo, en el emplazamiento de la desestructuración de la realidad. Una realidad que cambia, porque se desplaza, viajando a Colombia, volviendo a Barcelona, viviendo durante años en un pequeño poblado en América, en compañía de sus habitantes al margen de todo, pero conectado con el todo. Porque Francesc Subarroca es un artista que es notario de su tiempo, certificando la evolución, viendo paisajes, personas, elementos y objetos, clases sociales, circunstancias y situaciones. Pinta todo lo que le motiva y le llega al alma: desde animales, gitanos, personas de todas las clases sociales a niños, golondrinas, globos, caballitos de cartón, pelotas de juego.

Se adentra en los mundos infantiles, en la ingenuidad de la niñez, pero sin representarla, solo utilizando símbolos que la recuerdan.

Su obra cubista es un repaso de toda su vida, que oscila desde su voluntad de comprender y hallar, de vivir y conectar hasta su decisión de dejarse ir y ser él mismo. De ahí que encontremos instantes de ingenuidad, otros más agresivos, también hay ensoñadores recuerdos, porque mitifica el pasado, enaltece los tiempos que han sucedido, catapultando vivencias a la categoría de dioramas. Además, hay anécdotas, instantes que no se olvidan, pero que trascienden mucho más fuera de su contexto.

El cubismo de Francesc Subarroca plantea la realidad fragmentada, en la que cada fragmento es independiente, pero, a la vez, se armoniza con el resto de la composición.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte  

 


 

 

La Pinacoteca Subarroca constituye una aportación fundamental al panorama contemporáneo artístico de nuestro país

 

Francesc Subarroca, el ordenamiento de las formas en el espacio

 

El espacio es importante dentro de la creación ordenada energética, concebida alegóricamente en espiral de Francesc Subarroca.

Su ordenamiento de las formas persigue emitir una sensación sutil y vibracional  de elegante predisposición, que se autentifica por sí misma.

Hay una necesidad de orden, pero, estableciendo formas como si fueran puro gesto, enlazadas unas con otras, equilibrándolas en mitad de la composición.

El gesto está ahí, pero no destaca por su contundencia, sino que es producto de la esencia de las mismas.

No hay hieratismo, no persigue dilapidar la formulación original de las formas,

sino elevarlas en el espacio, convirtiéndolas en un planteamiento ingrávido, como si flotaran. Es decir que se encuentran suspendidas en el espacio, pero sin navegar, sin realizar viajes fuera de órbita, sino emplazándolas con naturalidad. Trata de comunicarnos una sensación de estabilidad, que se sustenta en sus disposiciones más convencionales.

Arquitecto de las formas, controlador de su legado, entiende que el cubismo expresivo va más allá de la forma, interesándose por los desarrollos de la particularidad esencialista, que es aquella que reside en lo más hondo del concepto.

El ordenamiento de las formas en el espacio pasa, en primer lugar, por una dinámica de estructuración esencial, basada en la disponibilidad sutil de las formas; avanzando, después, hacia estadios más vivenciales.

En el fondo no puede mantenerse al margen de las pautas que rigen la vida, dado que comunica esta fuerza en lo más hondo de su planteamiento geométrico. Pero, siempre procurando que las referencias a una temática determinada, o bien a una idea, ayudándose por los títulos explicativos que utiliza, sean evidentes, manteniendo una auténtica adscripción a la realidad. Aquí entramos de lleno en una dicotomía. En su etapa cubista, busca desestructurar la realidad, pero, lo hace de tal manera que no pierde su referencia más directa. Dialoga consigo mismo, siempre yendo más allá de la dualidad planetaria de un sistema binario. Es decir que no existe la relatividad, sino que todo existe en función de las circunstancias.

De ahí que sus formas estén dispuestas a no traicionar su propia esencia, siendo coparticipes de una voluntad de entender la existencia basada en desarrollar teorías singulares, fundadas en la no materia, para acabar siendo estandartes de una posición concreta, que se basa en la necesidad de constatar para entender con claridad que lo que existe tiene coherencia.

Es un artista que su inquietud le conduce a defender una obra diversa, pero, inmersa en una lógica evolución a través de diferentes épocas, en la que mantiene una sensación de orden, pero, con libertad, dejando espacios vacíos, zonas emblemáticas al descubierto, en obras que surgen de una decidida voluntad de superar viejos atavismos de la vanguardia histórica.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 


 

Un vanguardista histórico con una excelente pinacoteca

 

Francesc Subarroca, el legado de la forma

  

 

 

 

Investigador del legado de la forma, que es quien predomina en su concepto estético, a lo largo de su extensa producción de estos más de sesenta años de creación contenidos en la Pinacoteca Subarroca, constituída en calle La Forja de Barcelona, donde el artista multidisciplinar catalán expone cerámicas, serigrafías, pintura, dibujo, escultura, vidrio y otras disciplinas.

 

El denominador común de todo ello es la forma, entendida como parte de la arquitectura del paisaje de sus pinturas, como elemento aglutinador de sus composiciones plásticas, personajes, animales, objetos y utensilios.

La forma en estado puro, abstracción directa, pero fragmentada. Pero la forma, en sí misma no es exactamente abstracta, porque define un espacio, delimita una zona, por lo tanto está describiendo un espacio, que se basa en un contenido estructurado, definido, que va más allá de su propia esencia, dado que posee carga energética e interactúa. Está claro que también considera a la forma como parte y componente de la base de la estructura que define su pintura, escultura, dibujo y serigrafías.

Bucea en la interioridad de los elementos, en la facultad de ser coherente abstrayendo la forma, permitiéndose el lujo de emplearla a nivel figurativo, como en el caso del cubismo.

Cada forma es parte de una composición, que viene definida por los elementos que no desestructura, de ahí que, en el fondo, su utilización de la misma, no obedece a un postulado estrictamente abstracto, sino que la emplea en función de una definición con referencias.

Es constante, busca la forma para fomentar la distribución de los elementos, para enaltecer la perspectiva, que es quien da sentido de armazón interno a lo creado. Un armazón que se fomenta a sí mismo, que se nutre de adjetivos paralelos, como, por ejemplo, planteamientos cromáticos, que son  concebidos en difuminados, tonos intermedios que fomentan una visión agradable de la idea.

El legado de la forma es evidente, es parte de la posición compositiva que se nutre de diversas formulaciones, que se halla en lo más recóndito de la propia vida. Es decir que el legado de la forma es producto de su manera de ver la escenografía de la composición.

La forma es volumen, arquitectura, armazón, estructura, en fin, da sentido material a la propia pintura. Mientras que el color es atmósfera, delimita el carácter, fomenta el onirismo, la expresividad o la naturalidad. Es el adjetivo dentro de un contexto dominado por la facultad de ser coherente con su trascendencia.

Para avanzar en el camino de la trascendencia espiritual y emocional, en ambos casos, primero, hay que tener los pies en la tierra, para conocer las limitaciones que nos envuelven. Después, con un sentido de la realidad asentado, podemos permitirnos ir más allá, debido a que nuestro propio proceso evolutivo hacia mayores cotas de conocimiento nos lo posibilitará.

El legado de la forma en la obra plástica del creador catalán pasa, en primer lugar, por ser considerada materia. Después, dicha materia, es decir dicha forma, pasa a formar parte de la superestructura, hasta tal punto que es la parte central icónica de un discurso que considera que lo fundamental en la existencia es la geometría. Por que la geometría forma parte inherente de todo lo existente y de ahí que las formas de los elementos geométricos sean los iconismos que permiten trascender todo.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte     

 


 

 

 

Francesc Subarroca, expresionista, alegórico, simbolista, cubista y geométrico

 

En su etapa expresionista, conecta con las fuerzas que delimitan y definen la realidad, potenciando sus rasgos, acentuando la fuerza gravitacional de sus personajes. Con ello no quiero afirmar, en el sentido estricto del término, que floten o fluctúen, sino que los sumerge en la propia identificación de la existencia, para profundizar en los rostros de todos ellos, que también somos nosotros.

 

Constituimos el resultado de vivencias, que nos marcan, grabándonos a fuego y espada el carácter que configura la alegoría que nos absorbe.

 

Su pincelada expresionista se basa en fomentar el color, estructurando composiciones marcadas por la austeridad acentuada de los rasgos de sus personajes, en el caso del Somorrostro, de los gitanos, mayoritarios en esa zona chabolista de la Barcelona de los cincuenta que tanto le atraía a Francesc en su juventud por sus posibilidades plásticas y por la situación en sí misma y su concepto.

 

Es un expresionista que indaga en la voluntad de la vida de trascender por si misma, es decir que capta aquello que es real, pero dentro de un entorno degradado o directo y, como tal, capta lo que ve, que es lo expresivo natural.

 

Después es alegórico. Busca, empleando niños de gran tamaño, mujeres fornidas y geométricas, que parecen ser parte de la arquitectura, la alegoría de la propia naturalidad. Es alusivo, a veces elíptico, pero, claramente, adscrito a una eficiencia del detalle.

 

Simbolista, emplea el símbolo para dar carácter a la temática, o bien lo hace por razones compositivas. En ocasiones el símbolo está contenido de forma natural en la propia composición, incluso sin ocupar un lugar destacado. Y ello es así porque la obra de Francesc Subarroca surge de la naturalidad de la vida y por ello, los símbolos y las alegorías se encuentran en su propio entramado.

 

Paisajes surreales, con árboles flexibles, de troncos gestuales, que se mecen a voluntad del viento imaginario, surgidos de un sueño, de una catarsis onirista. Pero, sin exagerar, siempre ocupando su lugar, dentro del contexto general de la composición, que se nutre del mismo concepto, en armonía con la magia que parece gobernarlos.

 

Aparece el cubismo, al que accede a través del onirismo, de sus constantes alegorías y símbolos. Porque es un buscador del sentido último de las cosas.

 

Primero escudriña la realidad con desespero. Después, del expresionismo figurativo pasa a la alegoría de la vida, a la fase de descubrir las claves que nos permitirán abrir las llaves de las incógnitas contenidas en los enigmas.

 

Subconsciente, pintura automática, alegoría mediterránea surreal, onirismo catalán. Más adelante, cuando ha empezado a descubrir algunos de los enigmas, establece un discurso basado en la idiosincrasia de la forma, que es el contenido y a veces el conteniente de todo lo creado.

 

Cubismo, desestructuración de la realidad, formas que son partes de una composición, que mantiene su conexión con la existencia debido a que no permite una total abstracción formal. De ahí que su apuesta geométrica sea participe de esa constante y perenne aproximación de la realidad, que le impulsa desde joven, para escudriñar en sus secretos, buscando la resolución de los paradigmas, sabiéndose sus limitaciones, pero dejando espacio a la poesía visual, que es quien interpreta con mejor intención filosófica el alma de la vida que le estremece y preocupa.

Posee una cierta carga escenográfica, teatral, debido a que domina muy bien la técnica, desgrana y delimita el concepto, adhiriéndose a la prodigalidad de lo esencial.

Es un creador que no renuncia a la sensualidad formal, porque sabe que lo cubista es geometría, que la geometría es cubismo, pero, es ante todo, forma en su estado más puro. Pero, dentro de lo puro, la limitación que ofrece la presencia de objetos, elementos, rostros y caras que no renuncian a ser desbrozadas formalmente, pero que se mantienen perfectamente leíbles, es decir que la dicotomía es clara en su contexto geométrico.

 

Joan Lluís Montané

De la Asociación Internacional de Críticos de Arte

 

 

 

 

  

 

Principal | Biografía | Críticas  | Artículos | Francisca Blázquez | Reportajes | Enlaces | Contacto

 © 2006-2020  www.joanlluismontane.net

Aviso Legal

         

Diseño ServiwebSI